sábado, 26 de septiembre de 2009

Y DE REPENTE, ALDEMARO


En memoria de Aldemaro Romero (1928-2007).
Antes de que Tom Jobim me llevara a casa, de que Chick Corea me mostrara los inexistentes límites de la creatividad, y de que Cole Porter me enseñara la elegancia, hubo para mí un maestro, el maestro Aldemaro Romero. Tenía tres años cuando de repente, Aldemaro "caminó los caminos de mi mente" con una canción que me enseñó a decir "Qué bonito es Montjuic y qué gran catedral de Gaudí". María Rivas fue el primer canal de comunicación entre el maestro y yo. Y fue Aldemaro, el que compuso aquella canción sobre una bella actriz catalana, quien me enseñó a cantar "Coplas A La Polaca" a "la gitana más guapa". La música de Aldemaro me descubrió "de frente al sol, con la mirada del amor." Antes de oír a Aldemaro, escuchaba la palabra "Joropo" e inmediatamente pensaba en una música, que aunque respetaba, no me movía el corazón. Ahora, y gracias a Aldemaro, cuando oigo esa misma palabra, pienso en la belleza de una onda que jamás dejará de ser nueva. Maestro, cuando moriste hace dos años, no pude llorar por tí, y eso que fui de los privilegiados que te pudieron conocer en persona y admirar tu música en vivo y en directo. Ahora, escuchando "Quinta Anauco", por fin puedo reaccionar. Considera estas las palabras que ofrecí en tu memoria, la memoria de un hombre que de alguna manera, personificó su país y mi segundo hogar, Venezuela, en Caracas, aquella mujer cuatricentenaria de cuyo sueño jamás te quise despertar. Aldemaro, eres la Venezuela de antes, una Venezuela feliz, con tu catire y tu Negro José, con tu conde y tu principal, e inclusive algunos personajes extranjeros que acogiste con tu talento, como aquella Bikina de Fuentes y el Lucero de Manzanero. Pero, "poco a poco, de la nada, como surgen de las noches, madrugadas", te fuiste, dejando escrita una página inborrable en la música de tu país y de mi alma.

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